Por fin llegó el día esperado. Primera ruta especial cercana de la temporada. Madrugón para afrontar el reto que nos esperaba. La mayoría nos levantamos a las 6:00 de la mañana para darnos un buen homenaje con un gran desayuno y así llenar depósitos para aguantar los 110 kilómetros de la ruta.
A
las 7:15 de la mañana estábamos colocando las bicicletas en nuestro sistema de
transporte con el fin de salir de Badajoz a las 7:30.
Hoy
ningún rezagado. Todo el mundo estaba a la hora prevista en nuestro habitual
lugar de encuentro. El buzón de 4 caminos por lo que emprendemos la marcha con
los vehículos dirección La Nava de Santiago.
Llegamos
a La Nava alrededor de las 8:30 y allí nos estaba esperando el amigo Koque. Un
buen compañero de ruta que se sumó a esta aventura.
Aparcados
ya los vehículos, justamente en el centro del pueblo, comenzamos los
preparativos. Descargamos las bicicletas, y terminamos los últimos retoques en
el vestuario. Como es habitual últimamente
unos salimos de largo y otros de entretiempo, pero es que las predicciones
meteorológicas daban hasta 25ºC, así es que tampoco podías abrigarte mucho, ya
que después sobraría todo. Así, cuando son las 8:50 nos ponemos en marcha.
Mañana fresquita pero con un cielo limpio y soleado. 13 Unidades empezamos a
dar pedales. Los primeros kilómetros fueron un tanto extraños. Algunos miembros
de esta expedición teníamos la misma sensación. No sabíamos si era porque la
carretera iba picando para arriba, el caso es que estábamos como cansados. Las pulsaciones a
niveles altos para ser el comienzo. El primer comentario, “vamos a ver si
aguanto yo la ruta”.
Mientras
continuábamos con esa sensación, los kilómetros iban pasando. Llegamos a la
localidad de Aljucén y nos dirigimos al cruce de las Herrerías. Los músculos
parece que iban reaccionando. Vamos entrando en calor y llevamos una buena
velocidad. Las pulsaciones comienzan a regularse y las sensaciones van siendo
mejores. Es cuando empezamos a disfrutar del día. También la temperatura iba
ascendiendo y nos encontrábamos más cómodos en nuestras bicicletas. Justo antes
de llegar al cruce de las Herrerías nos da caza un buen número de colegas
pertenecientes a otro club de la zona. Rodamos juntos a un buen ritmo justo antes
de llegar al cruce, y desde allí cada uno tomó su dirección. Allí nos
separamos, pero fue un ratito bueno, porque formamos un buen paquete y se
rodaba muy bien.
Por fin se van viendo los primeros rótulos hacia Montánchez. De momento las carreteras con poca circulación. Tomamos un cruce hacia la izquierda en las inmediaciones de Arroyomolinos, y la carretera cambia a carretera estrecha, firme irregular y picando para arriba. Vamos, típica carretera de montaña. Justamente después de coger dicho cruce, se nos une un amigo que hace la ascensión con nosotros. Está acostumbrado a realizar esta ruta, y nos va indicando en todo momento las distintas características de la misma. De esta forma estábamos informados de lo que nos íbamos a encontrar por el camino, así es que estábamos previo aviso y preparados para meter hierro cuando fuera necesario. Así nos avisó que el firme irregular duraría durante unos 4 KM de ascensión, y después cambiaría a un firme muy bueno. Así fue, tal y como dijo.
La subida no es excesivamente dura, pero se nota que es el primer escollo de la temporada, y las piernas aún no están acostumbradas. Lo mejor, cada uno a su ritmo y después reagrupamiento.
Una
vez superada la ascensión nos reagrupamos en la entrada al pueblo “Montánchez”.
Unas vistas impresionantes, y el castillo testigo de todo lo que ocurre en
dicha localidad. Decidimos acompañar al amigo que se nos unió, ya que muy
amablemente nos iba a guiar para hacer
la ascensión al castillo. Todos los seguíamos
por las calles sinuosas y empedradas de la localidad. Aquello no tenía fin.
Entre el porcentaje de las rampas y los saltos por culpa del empedrado de las
calles, la ascensión aún era más dura de lo que ya llevábamos subido. Pero el
esfuerzo merecía la pena.
A medida que íbamos atravesando Montánchez, nos dábamos cuenta de la belleza de la localidad. Quedábamos maravillados del estilo medieval de sus calles y sus fachadas. Además había una prueba de Trial y MTB, y cuando nos dimos cuenta, estábamos metidos en el recorrido de la prueba. Era llamativo como el público que se repartía por el recorrido se sorprendía al vernos pasar con las bicicletas de carretera, cuando ellos esperaban ver sólo bicicletas de montaña. Y es que el recorrido parecía más bien de ciclocrós, pero no podíamos haber estado en Montánchez y no subir a conocer el castillo. Justo antes de llegar a éste, me encuentro a Benito Parra parado en una curva del recorrido, y le pregunto ¿ya hemos llegado?, y me contesta, aún queda más, pero yo aquí me paro. Fue girar la curva y toparme con un rampón de miedo.
Decidí, muy a mi pesar, poner el pie en tierra y afrontar la rampa andando. En cambio animamos e informamos a los que venían detrás que lo intentasen y no pararan. Así la mayoría pudieron subir el rampón con gran esfuerzo y peligro, ya que con las irregularidades del suelo de piedra, cualquier descuido haría que fueran al suelo.
A medida que íbamos atravesando Montánchez, nos dábamos cuenta de la belleza de la localidad. Quedábamos maravillados del estilo medieval de sus calles y sus fachadas. Además había una prueba de Trial y MTB, y cuando nos dimos cuenta, estábamos metidos en el recorrido de la prueba. Era llamativo como el público que se repartía por el recorrido se sorprendía al vernos pasar con las bicicletas de carretera, cuando ellos esperaban ver sólo bicicletas de montaña. Y es que el recorrido parecía más bien de ciclocrós, pero no podíamos haber estado en Montánchez y no subir a conocer el castillo. Justo antes de llegar a éste, me encuentro a Benito Parra parado en una curva del recorrido, y le pregunto ¿ya hemos llegado?, y me contesta, aún queda más, pero yo aquí me paro. Fue girar la curva y toparme con un rampón de miedo.
Decidí, muy a mi pesar, poner el pie en tierra y afrontar la rampa andando. En cambio animamos e informamos a los que venían detrás que lo intentasen y no pararan. Así la mayoría pudieron subir el rampón con gran esfuerzo y peligro, ya que con las irregularidades del suelo de piedra, cualquier descuido haría que fueran al suelo.
¡Qué
pena no haber subido la rampa montado!. Ahora me queda esa espina clavada para
la próxima vez que visitemos Montánchez. Era un rampa muy corta, pero la
integridad física es lo primero. Había que subirla de pie, si la subías sentado
se te levantaba la bicicleta de manos, así es que ya os podéis imaginar cómo
era aquello.
Comenzamos
el avituallamiento entre fotos y risas, y por supuesto, con el castillo de
testigo. Hermosas vistas desde arriba. Pero muy a nuestro pesar, teníamos que
comenzar el regreso. No sin antes terminar de avituallar en la Taberna. Un bar
situado en la plaza del pueblo, donde nos pusieron un chorizo picante de la
zona que quitaba el sentido. “Allí hay que volver”.
Después
del vaciado y llenado de depósitos, iniciamos el camino de vuelta. La bajada por
el pueblo era un calvario. Las manos nos dolían de pisar freno para no
estamparnos contra alguna fachada, hasta que por fin llegamos a la carretera,
donde ahí sí, la bajada nos pareció un suspiro. Velocidades de hasta 60
kilómetros por hora y kilómetros que pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
El
regreso procuramos hacerlo todos juntos, y a un ritmo llevadero para que nadie
se quede. Algunos íbamos notando en las piernas el esfuerzo realizado, y otros
iban tan frescos como si nada. A falta de unos 30 kilómetros para finalizar
nuestro periplo, tuvimos la nota negativa del día, pero que gracias a Dios no
quedó en mucho. A Manolo Silva le pica una avispa en la cara. Gracias a que
Pepe Higinio va pertrechado de un antídoto a base de amoníaco, la picadura
enseguida va desapareciendo, permitiéndonos continuar con el regreso. Por
cierto, aprovechar para felicitar a Pepe por su santo y por habernos preparado
un recorrido tan chulo para la ruta. Muchas gracias Pepe y muchas felicidades.
También felicidades a todos los José y a todos los padres en este espléndido
día.
En los últimos kilómetros, los más fuertes deciden poner un ritmo más activo, dividiéndose el grupo en dos. Es normal, la gente que aún tienen reservas, quieren probarse y quemar adrenalina, rodando a grandes velocidades. El grupo trasero no es que fuéramos despacio, íbamos a 33 y 36 km por hora, que aguantábamos sin problemas.
Cuando
eran aproximadamente las 14:00 horas, llegamos de nuevo a La Nava de Santiago
donde dimos fin a la aventura.
Comentario final: Estas rutas especiales, están programadas para que cada cierto tiempo podamos circular por otras carreteras, y salir un poco de la monotonía de las rutas habituales. Es sacrificado pegarse el madrugón, desplazarse con los coches, darse la paliza y regresar un poco más tarde para el almuerzo. Pero es una experiencia que merece la pena y que no se hace a diario. Por eso, y por el esfuerzo que supone su preparación por parte de las personas que las organizan, animo a todos los miembros del club, a que se apunten para realizarlas, porque echamos de menos más participación. Muchas gracias.
Texto: Luis Carlos Sánchez.
Fotografías: Club Ciclista Santa Isabel.